¿Alguna vez te has preguntado cómo el envase puede influir en la estabilidad de tu producto favorito? ¿O cómo el propio producto puede afectar al envase que lo contiene?
29 de enero de 2025
Seguro que habéis oído muchas veces la palabra especificaciones; relacionada con materias primas, con productos acabados, con sistemas... ¿pero que son en realidad? ¿Y de donde salen?
En este blog vamos a intentar poner un poco de luz y aclarar algunas cosas.
Cuando buscamos que un producto o servicio sea “de calidad”, o buscamos trabajar en un entorno de calidad, los productos o servicios que creamos deben cumplir siempre su función y salir de la forma esperada.
Es decir, no podemos hacer algo de calidad si no sabemos cómo es o qué es, o qué lo hace especial.
Este concepto tan sencillo (y obvio) es la base para comprender la importancia que tienen las especificaciones.
Y es que podemos definir las especificaciones como aquellas características que definen nuestro producto, que describen sus componentes, características y funcionamiento.
Por tanto, las especificaciones serán un conjunto de características que definirán un producto, distinguiéndolo del resto y asegurando su identidad (y que siempre siga siendo igual).
Y cada una de estas características tendrá un valor o un rango de valores aceptable.
Si lo traducimos a productos cosméticos, las especificaciones serán las características físicas, químicas, microbiológicas y organolépticas que hacen que el producto sea el producto.
Las especificaciones las establece el fabricante. Así que cuando nosotros somos el fabricante, las debemos establecer nosotros. Y aquí es donde empiezan a aparecer las dudas.
Así que vamos a ir desgranando las características de un producto cosmético para entender bien este proceso:
Los parámetros organolépticos son aquellos que se pueden medir con los sentidos (vista, olfato, gusto, oído y tacto).
Así nuestro producto tendrá un aspecto, un color, un olor o un sabor determinados.
Para establecer la especificación, debemos primero ser capaces de describir el producto y luego, forzar la descripción para establecer el rango de aceptación.
Pongamos el ejemplo del color de una barra de labios. Si solamente lo definimos como “Marrón” será aceptable desde un tono beige suave hasta un color chocolate intenso. Si lo definimos como Pantone 17-1230 Mocha Mousse, solamente será aceptable este tono exacto de color.
Así que tendremos que valorar 2 cosas: por un lado la criticidad que tiene este parámetro (por ejemplo si estamos reivindicando el color en la etiqueta o tenemos un acuerdo con una marca determinada para usar este color y no otro) y por otro nuestra capacidad analítica para medir este valor.
Con estas dos dimensiones, estableceremos la especificación de color. Si lo medimos a ojo desnudo comparando con una carta de color, podemos establecer la siguiente especificación: “marrón claro ligeramente rosado, similar a Pantone 17-1230” o bien “de marrón café con leche a marrón chocolate con leche”
Esta misma aproximación se puede utilizar para el aspecto, el olor o el sabor.
Si tenemos un estándar definido, podemos poner en la especificación “Característico” o “Como la muestra patrón”, pero entonces el estándar debe estar a mano en el momento de hacer el análisis.
Estas características se suelen medir con un instrumento y hacen referencia a una magnitud física del producto: la dureza, el tamaño de partícula, la viscosidad, el índice de refracción, la densidad…
Elegiremos las características que definan el producto y nos ayuden a identificar si el proceso de fabricación ha ido bien.
Por ejemplo, la viscosidad será muy importante para los productos que van en un envase con bomba dosificadora, ya que si la viscosidad es muy alta no saldrán bien por la bomba y si es muy baja, la bomba “escupirá” el producto.
Así que estableceremos tanto los parámetros como los rangos de aceptación en función de la criticidad que presenten, pero también de la capacidad analítica de nuestro instrumento de medida.
Para ello, podemos recurrir a los ensayos de estabilidad, para ver cuáles son los parámetros que han sufrido cambios o cuyos cambios puedan tener un impacto mayor en la calidad del producto. Te contamos más sobre los estudios de estabilidad cosmética aquí.
No es muy habitual incluir parámetros químicos en las especificaciones, a excepción del pH.
Es más habitual ver este tipo de parámetros en las especificaciones de materias primas, donde sí que se incluyen valores como el índice de saponificación, el índice de yodo, el residuo seco o el valor de peróxidos.
Como en el caso de las características físicas, elegiremos los parámetros dependiendo de su criticidad para el producto y de la sensibilidad de nuestro instrumento.
En productos cuya acción o función principal se basa en la actividad de un determinado ingrediente, puede ser interesante determinar que éste se encuentra en el producto final en la concentración que debe estar (por ejemplo, filtros solares o vitaminas).
Como hemos dicho en otras ocasiones, los productos cosméticos no tienen que ser estériles, pero sí deben ser microbiológicamente estables. Es decir, no podemos tener crecimiento microbiano fuera de control, ya que la actividad de estos microorganismos puede alterar las propiedades y la seguridad del producto.
En este caso, los límites para las especificaciones microbiológicas están marcados por la regulación y dependen de la población de destino del producto y de la zona de aplicación. Pero estos son los límites, nosotros podemos establecer una especificación más restrictiva si consideramos que es un parámetro crítico para nuestro producto.
En el caso de las materias primas, no hay un límite establecido, pero es preciso tener en cuenta que la carga microbiana que traigan las materias primas va a estar presente en el producto terminado y si no la neutralizamos convenientemente (por ejemplo, con un conservante) va a generar problemas de estabilidad. Por tanto, es importante trabajar con materias primas lo más “limpias” posible para minimizar la necesidad de uso de conservantes.
Al lado de cada parámetro, debe aparecer el valor o rango de valores aceptables y el método de análisis que se ha utilizado para determinarlo, ya que no es lo mismo valorar un pH con una tira reactiva que con un pHmeter, tampoco es lo mismo mirarlo a 20ºC que a 50ºC, o medirlo sobre el producto puro o diluido en agua.
Así que tan importante como el valor de referencia es el método que se ha empleado para medirlo.
Habitualmente las especificaciones tienen un aspecto de este tipo:
Las especificaciones que hemos fijado serán la rúbrica sobre la que evaluaremos cada uno de los lotes producidos o comprados.
Cuando analicemos un lote, verificaremos que cumple con cada uno de los parámetros que aparecen en las especificaciones y que los valores están dentro del rango fijado en la especificación.
Si alguno de los parámetros está fuera, debemos investigar que ha sucedido o directamente rechazar el lote (como No Conforme). Y si es necesario, editar una nueva versión de especificación.
Así que la próxima vez que mires un certificado de análisis de una materia prima o hagas los controles de calidad de tu producto, recuerda que las especificaciones se han fijado para asegurar que el producto cumple con lo que se espera de él.
Y si tienes dudas o problemas con este u otros temas relacionados con los productos cosméticos, no dudes en contactar con nosotras.
Descubre más sobre Celia Campos, Technical Director y co-fundadora en MuttuLab, autora de este artículo.
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