Hoy en día MuttuLabbers, la sostenibilidad ya no es una opción para las empresas, sino una necesidad. Las pequeñas empresas, aunque puedan parecer limitadas en recursos, tienen un papel crucial, ya que representan una gran parte del tejido industrial y su papel es crucial. El reto consiste en equilibrar las consideraciones económicas con el compromiso ambiental y social.

En este blog, pretendemos dar unas guías para que una pequeña empresa cosmética pueda empezar a implementar estrategias de sostenibilidad en su actividad diaria.

El primer paso en la creación de un plan de sostenibilidad es entender cómo la empresa interactúa con el entorno y la sociedad. Para ello, es crucial realizar una Evaluación de Impacto. Esta evaluación debe abarcar tanto el ciclo de vida de los productos o servicios como las operaciones internas de la empresa. ¿A que le debemos prestar atención?:

a) Inventario de recursos

Se recomienda comenzar con un análisis detallado de los recursos que consume la empresa, como la energía, el agua y las materias primas. Este proceso es bastante complejo y toma tiempo, pero recomendamos ir de dentro hacia fuera, es decir, empezando por los recursos consumidos directamente e ir ampliando el círculo hacia los recursos consumidos por los proveedores. Roma no se hizo en un día y el plan se va construyendo cada día, año tras año.

 b) Huella de carbono y Huella hídrica

Tras hacer el inventario, la empresa debe medir su huella de carbono, que incluye las emisiones directas (como las generadas por el consumo de combustibles fósiles) y las emisiones indirectas (como las asociadas a la electricidad o a la cadena de suministro). También la huella hídrica, contando la cantidad de agua que se consume para los procesos. Puedes saber más sobre estos dos indicadores en nuestro blog (enlace).

c) Impacto social

Tan importante es cuidar el planeta como las comunidades que viven en él. En este apartado se debe evaluar cómo las operaciones de la empresa afectan a las comunidades locales y a las personas involucradas en su cadena de valor. Esto incluye condiciones laborales, impacto en la economía local y posibles efectos adversos en la salud o el bienestar de las personas.

Una vez realizada la evaluación inicial, es necesario traducir esos hallazgos en objetivos específicos. Aquí es fundamental que los objetivos sean medibles, alcanzables, y relevantes. El marco SMART (Específicos, Medibles, Alcanzables, Realistas y con un Tiempo determinado por sus siglas en inglés) nos va a ayudar a estructurar estos objetivos.

Los indicadores clave de rendimiento o KPIs (Key Performance Indicators) son esenciales para medir el progreso hacia las metas. Algunos ejemplos de KPIs sostenibles incluyen:

Dividir los objetivos en horizontes temporales permite que la empresa ajuste sus estrategias en función de los resultados. Por ejemplo, una meta a corto plazo podría ser reducir el consumo de agua en un 10% durante el próximo año, mientras que una meta a largo plazo podría ser alcanzar la neutralidad de carbono en 10 años.

Estos objetivos deben ser realistas y estar alineados con la capacidad de la empresa. Por ejemplo, si no tenemos control sobre el mayor aporte de consumo de CO2, no tiene sentido proponer un objetivo de reducción de la huella de carbono en un 50%. Nos debemos proponer metas alcanzables e ir aplicando principios de mejora continua.

De nada sirve el plan perfecto si no lo seguimos. Este paso parece el más sencillo, pero es donde la mayoría de las empresas falla, ya que el compromiso con el plan muchas veces implica incurrir en costes adicionales o en sacrificar plazos de entrega.

Si en el proyecto estamos solos o tenemos un número reducido de personal, hay que establecer mecanismos de motivación que nos ayuden a mantener el nivel de compromiso con los objetivos planteados.

Si la organización es un poco más grande, tendremos que poner en marcha un plan de formación y sensibilización.

Pero más allá de las capacitaciones técnicas, es fundamental fomentar una cultura organizacional que valore la sostenibilidad. La dirección de la empresa debe servir como ejemplo, y todos los empleados deben sentirse parte del esfuerzo. Iniciativas como incentivos para reducir la huella de carbono personal o el uso de transporte público pueden contribuir a este fin.

Y siempre hay que recordar que la sostenibilidad no se limita a las operaciones internas de la empresa, sino que también abarca a los proveedores. Una cadena de suministro sostenible no solo reduce los impactos ambientales y sociales, sino que también protege a la empresa de riesgos futuros.

Una buena práctica es incluir criterios de sostenibilidad en la política de selección de proveedores.  Por ejemplo, ¿utilizan fuentes de energía renovable? ¿Tienen políticas de reducción de emisiones? ¿Cómo gestionan sus residuos? Las certificaciones como ISO 14001 (gestión ambiental) o Fair Trade (comercio justo) pueden ser útiles para seleccionar socios comprometidos con la sostenibilidad.

Una vez definidos los objetivos, capacitado al personal y optimizada la cadena de suministro, el siguiente paso es la implementación de prácticas sostenibles en las operaciones diarias de la empresa. Para empezar lo mejor es centrarse en 3 puntos clave:

1.       Energía

La reducción del consumo de energía es uno de los aspectos más importantes de la sostenibilidad. Entre las estrategias recomendadas están:

2.       Residuos

Implementar un programa integral de gestión de residuos, basado en las 3 R (reducción, reutilización y refinado). En nuestro caso sería intentar reducir los residuos en la producción, reutilizar materiales siempre que sea posible y utilizar materiales reciclables o compostables cuando sean de un solo uso.

3.       Agua

Intentar consumir la menor cantidad de agua, tanto para las operaciones de producción como para las operaciones de lavado. También intentar que el lavado sea lo más eficiente posible, retirando las partes grasas y cerosas de forma física antes de aplicar detergentes.

Implementar estrategias de sostenibilidad es costoso y no todo el mundo lo hace. Por eso es importante que podamos comunicar nuestros esfuerzos de forma transparente. Es tan importante comunicar los éxitos como los desafíos, ya que de los desafíos saldrán los éxitos futuros.

Cada vez más empresas optan por publicar informes de sostenibilidad anuales. Estos informes no sólo detallan los logros de la empresa en términos ambientales y sociales, sino que también permiten a clientes y proveedores tener una visión clara del compromiso de la empresa. El marco de reporte más utilizado es el GRI (Global Reporting Initiative), que proporciona un estándar global para la divulgación de información sostenible.

Cuando integramos esta información en el marketing de la empresa es esencial evitar el greenwashing o lavado verde, que ocurre cuando una empresa exagera sus esfuerzos de sostenibilidad para obtener una ventaja competitiva. Toda afirmación debe estar respaldada por hechos verificables y estar ajustada a la dimensión de los logros.

Los pequeños cambios son importantes.

La sostenibilidad es un proceso dinámico y en constante evolución. Por lo tanto, es importante revisar y ajustar regularmente el plan de sostenibilidad. La sostenibilidad como la calidad son conceptos abstractos, ideas a las que tenemos que aspirar, mejorando día a día nuestras prácticas. La conciencia de hacerlo bien, pero que siempre se puede hacer un poco mejor es la clave del éxito

Para las pequeñas empresas, implementar un plan de sostenibilidad puede parecer un desafío abrumador, pero los beneficios a medio y largo plazo en términos de ahorro de costos y mejora de la reputación compensan las dificultades iniciales.

Lo importante es empezar, aunque sea de forma modesta e ir avanzando poco a poco hacia un mundo más sostenible para todos.

Descubre más sobre Celia Campos, Technical Director y co-fundadora de MuttuLab, autora de este artículo.

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